viernes, 25 de mayo de 2012


CASUALIDAD

Flor Rubio

La egoísta casualidad no cedía, pasaban los años y aquel encuentro no sucedía, alimentábase el aire con aquellas ansias de encontrarse, siendo que el destino, infranqueable, había resuelto separarles.
Más, conmovida ligeramente la casualidad, ante aquella ilusión perenne, condescendió por unos segundos, aquella tarde, la vio arreglarse con esmero, lucía deportiva, pero radiante ante la posibilidad de verle por un instante.
A él, le observó esa inquietud que denotaba el deseo por verle, aunque fuera como hacía dos años: así, de lejos, por un fugaz momento. Él había vuelto en varias ocasiones desde entonces, y desde entonces, igual no la había visto. Estaba por un par de días en ese lugar, en donde ella habitaba, en donde él vehementemente la recordaba.
Ella salió de su casa, al cruzar la calle, el instante sucedió, ante sus ojos pasaba el conductor para el cual se había preparado, en una fracción de segundo, reconoció el vehículo foráneo que buscaba su mirada con esperanza entre el correr de esa tarde, le vio alejarse y desaparecer abruptamente, su intuición le invitó a pensar que habría dado la vuelta para verla, si él compartía la inquietud de ella…
Caminó algunos pasos preguntándose si acaso él sería, si volvería sobre el camino,  buscaba alrededor del tráfico, y sin más la espera terminó, se encontraron sus ojos con él, era él, diferente al paso de los años, más fornido, ahora lucía un bigote que nunca antes ella le observó y una gafas deportivas, a su lado, acompañado de su padre y el resto de la familia en la parte trasera.
Fueron unos cuantos segundos, ella sabía que él buscó verla, aunque sea de lejos, a costa de correr un inocente riesgo, ¿qué pretextaría para volver con tal rapidez ante su familia? ¿Qué pensaría de ella? ¿Habría latido su corazón con más fuerza? El de ella no, tan solo, sentía que al fin la casualidad había cedido un poco, y para ella, eso era por ahora suficiente, ese instante de daba la certeza de que él no la había olvidado.
El corazón de él se detuvo cuando la vio a punto de cruzar la calle, era ella, la del nombre que acompañaba sus días en la distancia, no podía detenerse, el tráfico le seguía y su familia iba con él, atinó en dar vuelta de inmediato para verla otra vez, rápido, antes de que sus pasos pudieran perderse de aquella provincial calle, dijo a su familia haberle parecido ver a un viejo amigo y quererse cerciorar. Cuando iba dando vuelta para la calle en que la dejó, vio que ella subía a la acera… su ella, seguía siendo Ella, llevaba cargando a su pequeña hija, tan cerca y tan distante, el tiempo ante sus ojos por ella no había transcurrido, le pareció tan atractiva como siempre, y como siempre, dueña ajena de sus silenciosos pensamientos, nuevamente, tan lejana como la recordaba.
Se hizo el día para ambos, su semblante se había iluminado, al fin la casualidad se había compadecido de aquel deseo intenso de volverse a ver, aunque hubiera sido por un par de segundos, los suficientes, para saberse entre ellos, para llevarse nuevamente a lo largo del tiempo a través de la distancia, impenetrables ante la posibilidad de un olvido, no porque no lo desearan, si no porque, ya se habían resignado a vivir con aquella esencia que daba luz y que era sombra.


OJOS


Rendijas
agujeros
orificios
tras tras tras

Enojo
brusquedad
azoro
tras tras tras

Reclamo
guiños
papel volando
tras tras tras

Sorpresa
melosos
santos
tras tras tras

Música
llorosos
ebrios
tras tras tras

Tuyos
míos
vuestros

Ma. Cristina Escobedo
La Muujer de Papel

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