sábado, 21 de julio de 2012

La Tortilla cuadrada


TRES CRUCES TRES
triplicante
joseangel rendón delatorre

La Cruz
En el interior de la majestuosa catedral zacatecana, traspasando sus seis columnas churriguerescas y sus doce apóstoles, entre piadosas imágenes, se respira una fría paz. En busca del eterno perdón se arremanga la fila al confesionario. En el cubículo de caoba, entre serafines petrificados, el sacerdote en turno abre la discreta puertecilla y lanza su metódica imposición/letanía/pregunta:
Ave María purísima... dime tus pecados.
Oiga padrecito, quiero pedirle un favor.
Retomando la atención de algún paraíso personal, el cura filtra la vista por sus antiparras y la tela del anonimato, tratando de reconocer al muchacho de voz acuosa.
 ¿De que se trata hijo?
Verá, es que mi amá... Se la pasa tomando todo el día. Agarró bien duro el vicio desde que mi apá nos dejó. No entiende razones. Le amanece y coge la botella de sotol bien desesperada; Con tragos sin pausa se la acaba y me manda traer más. Tengo que mantenerle su vicio de lo que saco lavando carros y también tengo que hacer la casa y llevarle de comer.
Ella no quiere vivir, sólo le importo cuando hay que conseguirle un alcoholito o como a las tres de la mañana cuando le llega la temblorina, cuando parece que la muerte le va a hacer el favor. Le entran los dolores de panza, ganas de arrepentirse. Escupe gritos con baba y se aferra a la poca vida que le queda. Me pide auxilio y me abraza muda. El ardor en su garganta grita por algo que aliviane su ansiedad, aunque sea más alcohol. Se hinca y maldice y bebe y me pide perdón, se traga las pocas ganas de vivir y se muere sin morirse. Cada noche agoniza sola, como si yo no existiera.
¿Quieres que hable con ella?
Quiero que le diga a Diosito que se la lleve, ese es el favor que le pido, padrecito.
Reza un padrenuestro y diez avemarías y dile a tu mamá que venga a verme.
La catedral es inmensa y con una paz fría.
Y sorda.

La Cruz 2
He perdido todo. Todo. La culpa es de ésa Cruz.
Mi posición económica se vendrá abajo. Tendré que vender la casa, las joyas, éste auto... Antes que eso suceda ella me abandonará; acostumbrada a los grandes lujos no soportará esta caída. No soportará seguir al lado de un perdedor. Mi descendencia arrastrará el bochorno hasta la octava generación. Papá sufrirá la vergüenza y morirá en un asilo de indigentes. En su tumba se labrará imborrable la etiqueta/epitafio: “Padre deshonrado”.
Antes de eso mi jefe me matará; me colgará de los tanates y jugará a la piñata hasta que dé de mí. Eché abajo la próspera trayectoria de la Megaempresa. Nuestra cotización en la bolsa caerá a niveles insospechados. El embargo es inminente. Me matará primero y luego morirá de infarto, dejando desprotegida a su familia. Pobres juniors -en cierto modo se lo merecen- pisotearán mi cadáver bailando la danza del “singatumare” y escupirán mi cara muerta.
Pero antes me daré un tiro. Llegando a casa lo primero será tomar la pistola para rogarle corte mi existencia, antes me aseguraré que esté cargada; alguna de las seis balas será la valiente, hará el favor de penetrar mi cráneo, pasará quemando mis ideas, abriéndose paso entre recuerdos. Por el agujero en la sien saldrá mi alma culpable y se mezclará con el humo de la detonación, se perderá como se pierde el estruendo en el aire, siendo parte la nada total. Con el sistema locomotor inutilizado y los vasos sanguíneos quebrados solo quedará gelatina inservible e insuficiente para pagar todo el daño hecho.
Pero antes tengo que abandonar este desierto para evitar morir insolado. Antes debo reparar éste auto que hoy como nunca me ha fallado y ha sido causa de la hecatombe. Pero antes he de conseguir una maldita Cruz para las tuercas y cambiar esta llanta ponchada.
Con suerte y no sea demasiado tarde para mi cita de negocios.

La Tercera Cruz
En verdad les digo que ya no puedo más. He caminado bastante soportando este peso a cuestas. He recibido ya demasiado castigo, que únicamente servirá para la salvación de mis hermanos. No quiero continuar, aunque sé que debo llegar hasta el final; mis pies no pueden cargar con este suplicio, sudan mis callos una pus dolorosa y se abaten mis huesos ante tan pesado peso.
En aquellos tiempos el padre habló a su hijo, destinándolo a realizar el sacrificio que serviría de salvación para sus hermanos. Yo no pedí esto. Y aunque sé lo que va a suceder, me niego a aceptar este destino, Casi puedo verlo, frente a mis ojos sudorosos y cansados tendré que seguir soportando este infernal calor, la molestia de cargar en mis espaldas esta pesada madera, tener que pasar entre curiosas miradas de gente que no sabe exactamente por qué he venido, observan y callan, pero no ayudan. Tendré que pasar frente a todos ellos, subir la interminable cuesta para llegar a la cima y colocar ahí mi pesada carga. Trataré de atraer a cientos de miradas impías. Aún cuando nadie haga caso de lo que diga tendré que decir lo que diré y terminar con el sufrimiento de una vez por todas, espero que el cansancio no me impida hablar y que esta deshidratación porosa no me haga olvidar las siete palabras que voy a decir:
"Bonito librero de fina madera, Llévelo barato".
Espero que se venda este armatoste, porque si no mis 12 carnales no tendrán que comer y yo deberé regresar al tercer día, para el tianguis dominical, cargando para arriba y para abajo con lo último que nos queda para vender.




COCINA SUI GÉNERIS
Amasaba las ilusiones muertas, una y otra vez, hasta esponjarlas un poco y darles momentáneamente vida otra vez, extendía sobre la mesa la pasta de sueños añejos, salpicaba con suspiros de olvido para sazonar su manjar de memorias yertas, las dejaba reposar a veces por breves minutos, otras por días enteros, de cuando en cuando el tiempo no le ajustaba y debía dedicarse a ser feliz, más, acostumbrada como estaba a decorar sus recuerdos, a revivir sus sueños, a poner a hervir sus pasiones, y así, a embriagarse de cuando en cuando de eternas cuestiones, volvía siempre a su cocina  sui géneris de sentimientos.
Así, cada día, a las 7:50 de la mañana el aroma del café despertaba al primer suspiro, que a veces sabía a impotencia, otras a perdón, las más, a manjar de dioses, platillo frío… si, ese platillo que cocinaba hacía ya tantos años, a fuego lento hervía con cautela una seducción sublime, anodina, envuelta en el arte de la guerra, en los misterios de Dios, en el lenguaje del alma, en la justicia divina, en la ley del Talión.
Despertaba entonces de golpe la amalgama animada de sensaciones, se desbordaban uno a uno los cotidianos pensamientos, reproches detonados al viento, cariños a prueba del tiempo.
Cuando menos acordaba, estaba la cocina  impregnada del aroma los sentimientos sublimados, llegaba primero la dulce esencia de la alegría, idéntica al olor de los algodones de azúcar en tonos rosados, luego este se diluía para dar paso al fresco perfume de la nostalgia enamorada, naturaleza pura, aroma de paz intensa, en el aire tierra mojada.
Venía luego a embargar el ambiente la inconfundible fragancia cítrica de los sueños suspendidos en el tiempo, lanzados mil veces al viento, entonces ella, impasible dueña de sus adentros, intervenía para comenzar el amasado de ilusiones sepulcrales, vestigios de amores extintos, calificativos contenidos condenados a no estrellarse a quemarropa con su destino… todo era mezclado suavemente, tácticamente, con esmero les daba forma entre sus dedos, les contenía entre sus manos, creaba de todo aquello manjares para propios y extraños, esculturas de azúcar amargo, aperitivos agridulces para degustar en el Ocaso de la razón perdida.

Flor de María Rubio Ibarra





EMBOZO

Abro de tajo mis dolientes versos
para ti que me insistes cariño
que reclamas los besos
las sábanas de seda
no puedo darte más de lo que ya te di
mi estancia a borbotones
refugiando sus noches tras una tempestad
de ropajes distintos

Te conozco de más
milésima a milésima
estornudos
fu-gases
olores encarnados
tu forma de peinar los crines color acre
los bóxers marca diablo
los shorts y tus zapatos

Cómo duermes de lado
e ignoro tus respiros
los fríos que padeces en pleno mes de mayo
hasta cuando te vas
con ceño de coraje
a infantil discusión
sin darme una respuesta

Aún con todo y eso
no empeoro lo que escudo
lo sumerjo piadosa y vuelco las sonrisas
con las que compartimos
las maldades del cuerpo

Trata de comprender
que a esta edad quisiera
descansar en mis versos
hacer dos mil poemas
y ser la libertaria
de mi propio intelecto

No entiendo tus lamentos
tus quejas
tus reclamos
si lo mejor que fuimos
¡por Dios te lo aseguro!
pasó muy bien vivido

Ma. Cristina escobedo reyes
la Mujer de Papel

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