lunes, 20 de febrero de 2012

18 cigarrillos y medio

La reivindicación de la sección de fumadores 
O de como ser un “nini” y no morir en el intento.

Con una sola copia para la Cineteca Nacional, se estrenó 18 cigarrillos y medio (Paraguay/México-2009) coproducción que representa la ópera prima del cineasta paraguayo Marcelo Tolces quien también se hace cargo del guión. Con 90 minutos de duración esta comedia dramática nos presenta las actuaciones de Hernán Melgarejo, Fera Izak Szmuc, Ale Hirschfeld, Natalia Herreros, Sergio Noguer.
La cinta producida por Canana Films, Tornasol Films, y Zeling Cinematrográfica, fue ganadora del Premio Tornasol a la Co-producción en el Festival de Cine de Guadalajara, México 2006; obtuvo la Beca de Desarrollo de Proyectos Cinematográficos Iberoamericanos de Fundación Carolina Madrid, España 2005; ganó el Premio para producción digital de Hubert Bals Fund del Festival de Rotterdam (fondo de Ibermedia ­ premio a la co-producción 2010).
En la cinta, a través de 18 cigarrillos y medio podemos seguir a Ezequiel y sus amigos por diferentes lugares y contextos, exclusivamente en los momentos en que transcurre entre que Ezequiel prende un cigarrillo y lo termina. Así es como todos los acontecimientos atravesados, como la visita a un prostíbulo y la golpiza que le propicia el nuevo novio de su ex, serán reconstruidos luego verbalmente, cenicero de por medio. De esta manera peculiar se entreteje la historia de Ezequiel y Vivian (la ex), un romance pasado que él no parece dar por finalizado. Ellos se habían hecho una promesa: si algún día se peleaban ambos tendrán derecho a pedir un último beso, y exactamente eso es lo que busca Ezequiel.
No es que la peli nos invite a fumar, a regresar al cochino vicio; al contrario, las cajas de cigarrillos recuerdan, con cierta nostalgia, una época que ya se fue,  cuando no se podía fumar en sitios públicos bajo techo ni se prohibían los anuncios televisivos en un intento por salvar a la sociedad de un vicio tan dañino.
Los capítulos que develan la vida vacía de este muchacho van acumulándose conforme va consumiendo uno tras otro los cigarrillos de un día de su aburrida cotidianidad que transcurre entre las trasnochadas con sus cuates, despertar al mediodía, los paseos con los amigos en el BMW, los continuos regaños de su padre -dueño de una fábrica de telas-, la ausencia de la madre, la melancolía por la novia perdida, las apuestas infructuosas en un casino de segunda o el cariño que sólo encuentra en un congal de tercera, y el contacto humano a merced de los mimos y regaños de su sirvienta.
18 cigarrillos y medio muestra que la crisis de los adolescentes que no trabajan y tampoco estudian (los llamados “ninis”) no necesariamente proviene de las familias de bajos ingresos y escasas oportunidades universitarias, sino forma parte también de la cotidianeidad de las familias acomodadas.
-La idea nunca fue hacer una apología al tabaco ni al cigarrillo -explica Marcelo Tolces guionista y direcor-. Ninguno de los personajes está diseñado para ser un héroe, ésa no era la intención; sino, más bien, una mirada irónica sobre ellos. Creo que la guerra contra el tabaco es mundial y el cigarrillo está muy demonizado, y está bien que sea así. Pero los que son fumadores deciden seguir haciéndolo y me parece que la libertad también pasa por eso, por definir lo que uno quiere hacer, por más nocivo que sea. La campaña contra el cigarrillo está bien, yo la apoyo; pero el fumar es distinto a todo: es una decisión.
La cinta refleja una crisis generacional que no implica, necesariamente, la desigualdad económica, sino también toca a la gente de clase alta. Parece que el ocio es un pecado contemporáneo, y en esta película se vuelve algo demasiado pesado y difícil de sobrellevar, es como un infierno. Podemos ver en el protagonista una sensación claustrofóbica, se siente completamente atrapado en su realidad y con muy poca capacidad para ver lo que pasa fuera de él mismo. Esto ahoga tanto al protagonista como al espectador.
El trabajo de 18 cigarrillos y medio es redondo y con un buen equilibrio entre los diálogos cotidianos y toques de ironía, humor negro, de mayor valor literario o de doble sentido, que al llevarse a la filmación se enriquecieron con lo que cada actor podía hacer y le podía dar.
Tolces logró retratar a los personajes de la sociedad occidental moderna, dejar en claro que no son héroes y que tampoco es una crítica a toda una clase social, como tampoco es una apología al cigarrillo. Simplemente es mostrar que existen, cómo viven y, especialmente, que es común a muchas sociedades, especialmente latinoamericanas: en estos países donde hay muy grandes diferencias sociales y muchas veces raciales. Es parte de estos personajes: ellos no trabajan y no estudian, pero son gente de plata y posiblemente lo van a ser siempre.

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