Diecisiete cincuenta
En estos tiempos veraniegos, de secas, con el sol cenital y
la capa de ozono disminuida, “pega duro la calor” (como dirían algunos) en el
colonial y patrimoniado mundialmente centro histórico zacatecano. Y es en esta
región de la cantera en muros, pedrería planiforme en los pisos de calles y
banquetas, y plata en las joyerías y tiendas de artesanías, donde es difícil
encontrar algún recipiente que contenga un refrescante líquido que mitigue el
incremento en la temperatura corporal… no hay muchos lugares donde comprar un
chesco, pues.
Un turista -que por ciertos ademanes típicos y el tonito al
hablar se dedujo que era procedente del DF- buscaba tal brebaje frígido
embotellado para trasladar su temperatura a un estado más sosegado, entró a una
tienda de conveniencia -¿nombradas así porque todo lo venden a un precio que
les “conviene” a los dueños?- llamada Extra, ubicada en Av. Hidalgo, justo
frente a la entrada a las oficinas estatales de Turismo, y del refrigerador
sacó una botella plastificada que en su etiqueta decía: Bonafont con jugo de
manzana, presentación de 1.5 litro, y al sólo cogerla sintió alivio corpóreo;
acercó el elixir cura-calores a la caja y un hombre de azul lo tomó y le pasó
el scanner del código de barras por una de las partes de la botella… y dijo:
— Diecisiete cincuenta.
— ¿Cómo? -Dijo el chilango con un tonito que lo delató como
fuereño.
— Diecisiete cincuenta. -Repitió el encachuchado dependiente.
— ¿No está cara? –reclamó alargando la última “a” de su pregunta
al estilo defeño.
— eso cuestan. –respondió el de azul, volteando a ver la
pantalla de la caja registradora, que esperaba el pago.
— ¿no hay otra tienda cercaaa? Preguntó el comprador
capitalino, que ahora se sentía frío, pero por que le cobraban demasiado por
una botella con agua.
— No… es la única en el centro.
El chilaquil acalorado sacó un billete de veinte y lo puso en
el mostrador.
— ¿desea redondear? Preguntó el dependiente de forma
automática.
— A tu hermana.
Sí, era chilango.
Al caminar por las banquetas de roca ígnea, el turista se
encontró con Mamá Lucha y le preguntó:
— No le parece cara esta botella de agua manzaneada a $
17.50?
— Carísima hijo –dijo el ama de casa experta en precios- en
el Ocso, que son careros, cuestan a
15 pesos… y en Aullarás el agua
Bonafont con jugo de manzana, presentación de 1.5 litro, la tenemos a sólo $
9.90, más barata que en Chorriana.
— ¿No sabe dónde quedan las oficinas de la Procuraduría del
Consumidor? -Dijo el defeño.
— No, hijo, pero sé donde queda Aullarás…
El oriundo de la ciudad más grande del mundo se fue diciendo
“Deberían hacer algo las autoridades… por detalles como este, no le quedan
ganas a uno de regresar a esta ciudad…. ¡Rateros!”
Mientras daba un trago a su Bonafont con sabor a fruta
prohibida.
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