lunes, 18 de junio de 2012

LA TORTILLA CUADRADA


VOLTERETAS

Joseangel Rendón Delatorre

Cena Fría
¿Y si se descompuso tu auto?
Es la hora de la cena y no llegas. No es cualquier cena, es nuestra cena de aniversario. Todo está dispuesto meticulosamente para resaltar tu delirio protagónico. ¿Y si dejaste de amarme?
Tuve que poner mi cara de patán al comprar las flores de este arreglo especial que adorna el centro de mesa, deambular en la tienda, vinaterías y no sé cuanta rara pastelería buscando lo necesario para sorprenderte esta noche.
La penumbra consume las velas. Por el ambiente corren duendecillos que riegan aromas de sándalo. Casi siempre eres puntual, seguramente lo haces por causarme celos. Adoras ver como se erizan mis neurosis. Afuera, una sádica lloviznilla se burla de mis planes.
Te divierte verme dudar. Me das a sobrentender cosas que lastiman el poco ego que me queda. Hasta imagino lo que haces en este momento: estás con otro, regodeándote de mi impaciencia y burlándote de mí. Todo lo haces por satisfacer tu estúpida vanidad y sentirte superior, lo sé.
Revientan mis ganas de salir a buscarte. Estás oculta en las sombras, seguramente con él, saciando tu mórbida ironía, engañándome con toda la aversión que da tu mente sañosa. Más que su sexo, te satisface mi coraje.
La tardanza predice que ya no eres mía. Mientras me disuelvo recalentando la cena y enfriando mi irritación, estás unida a él, con tu espalda en sus manos, dejando que te recorra una y otra y otra vez. Sólo para mortificarme. En pleno aniversario... la hora de la traición jamás será olvidada.
El cuchillo del pastel ha esperado demasiado. Me pide correr a buscarte en la humedad de la noche. Es hora de salir y desenmascararte de una vez por todas.
Una parte de mí culebrea por las aristas de los finales de calle. Otra busca en ventanas las luces moribundas de cada orgía que se fragua en la traición. Una más -sexto sentido que le llaman- amolda las facciones de quién está agazapado en tu pubis, en el trono del oprobio, como los plúmbagos eróticos del agua que escurre por los muros, por los negros sudores que decanta mi ropa. Otra parte afila sus garras junto a una cena fría. Es la hora de las calles deslavadas en tu búsqueda.
Empuño el cuchillo con agudeza, en ida y vuelta por la semioscuridad nebulosa. Por fin distingo una silueta que camina como tú. Llevas la cadencia de una perra satisfecha. A manera de culpa serpenteas entre los callejones dormidos de frío. Tus tacones despiertan al silencio con ese pasito siseante. Tu abrigo fija el centro de mi ira; cómplice de la soledad me dirijo hacia ti. La hora del vil engaño te quedará marcada.
El cuchillo corta la niebla y parte en dos la noche, se afila en el rocío que huye y cae con toda su fuerza sobre el abrigo que cubre tu espalda traidora; Tantas veces como las que él estuvo acariciándola. La hora de la muerte queda clavada en tus pulmones. Nunca sabrás quién lo hizo, así como nunca sabré quién era él.
Recojo tu cuerpo tibio de sexo y de vida muerta y te llevo en mis brazos por la oscuridad, como en una noche nupcial. Me despido de ti en el puente nuevo. Tus vilezas y engaños se los va llevando el Arroyo.
Regreso por la ruta que marcó la tragedia. El pastel parece más contento. Cenaré sin tu pesada culpa. Ya no te espero, ya no me importas.
¿Y si se descompuso tu auto?

Ausencia
MINUTOS: Cada instante que tardas en llegar siento que te quiero un poco menos. Gotas gordas descargan del cielo y rayonean las paredes pintando mi enojo color mate. Las aves huyen en pareja haciendo más notorio tu retraso.
HORAS: Cada momento que tardas en llegar siento que me quieres menos. Los bajos niveles de ozono me restriegan en la cara los minutos. La sonrisa ensayada abortó maledicencias púrpuras. Los milímetros cuadrados dicen que no te han visto. Los mensajes subliminales de las vitrinas gritan que soy un pendejo. Tienen razón. El camino a casa no ha sentido tus pasos.
DÍAS: Me como el queso duro con las arañas que dejó tu respuesta sin respuesta. Trago la sopa podrida que amargó el desprecio. Busco en los libros los insultos más lascivos para hacerte un ramo de flores. Mastico tu vestido y acaricio con vehemencia tus últimos olores.
MESES: Las sortijas se diluyeron y se hicieron nudo por 50 pesos. Formaron grumos que hicieron burbujas que reflejaron tu cara antes de moldear tu nombre: puta.
Escucho una risa que se parece a ti y salgo de mi encierro para vomitarte el desprecio y abofetear tu insolencia... pero sólo es el viento.
Usas mi tiempo en idear venganza. Te burlas de mirarme, sin tu charla aburrada, sin tu ínfima esbeltez que no hace sombra, sin tener a quien callar. El hervor etílico es una excusa para no dormir. No quiero que me agarres descuidado y me claves tu insumisión en el pecho, para desinflar los ronquidos que te desagradan (aunque más odiabas las noches que no llegaba) pero me tienes miedo. Por eso te fuiste así: callada, transparente, como que no te ibas y como que desapareciste.
Te cargó la chingada. Seguramente estás muerta, porque hace falta valor, mucho valor, para dejarme como lo hiciste. Sabes que si regresas te prodigaré madriza sobre madriza hasta que tus poros griten perdón, hasta que trapees el lodo con tu sangre y barras los huesos rotos con tu cabello.
Tu ausencia sabe a hambre o a desconcierto o a sexo o a traición o a muerte. A todo junto. A polvo. Olvidaste sacudir antes de irte
HOY: La cuerda en la viga me dice que lo piense. No es tan fría como una bala, que obedece a una simple contracción del dedo índice, pero sólo al mandato de un valiente. La angustia de no saber como encontrarte me taladra el cráneo antes de soltar el percutor
Te amo...

El Callejón
Te encuentro en una calle de tráfico noctámbulo. Cerca de donde alguna vez te confesaste mía. La noche es náufraga de cielos descarriados. Percibes que estoy cerca y el recuerdo te llega en sobresalto. Flashback. Fuimos felices, sí. Tratas de no voltear. Haces memoria mientras extremas el ritmo de tu contoneo. Me acerco, tu olor es el del miedo. Entras a un callejón desdeñado por los corsarios del sexo barato. Una fría vibración se suscribe en tu dermis, bajo la pequeñez de tu ropa. A cada paso recurren a ti palabras conocidas: clipengaño Los tacones, claptraición las baldosas, cliptrampa las paredes derruidas, clapinsidia la neblina, clipburla el desazar, clapardid la venganza. Miras por tu nuca. Tu resuello se enmaraña con la bruma. En la mente están las noches pélvicas en nuestro cuarto de azotea, el colocar la lengua en el principio del mundo, los vahosos “te amo”. Mentiras. Luego, una musa escurridiza, el teléfono mudo, secretos, la duda. Tu pulso erupciona. Tu cabello pierde la alquimia de la sensualidad. Las manos destilan caricias olvidadas mientras tratas de esfumarte. Tu piel derrama color, el vestido se te ve más flojo. La sangre se agolpa y te sube por el cóccix (La entrada al Hotel/pecado) escala tu columna vertebral (la escalera donde me escondí a verlos pasar) tu garganta grita una eufonía muda (el pasillo donde él te empezaba a quitar la ropa) el ardor se fermenta en tu cabeza (el cuarto donde me traicionaste) bloquea tu cerebro apiñándose al momento en que derribé la puerta y los descubrí. Jadeando. Tú cabalgando en él. Resoplas. Los pies intentan ir más rápido que tu pensamiento. Resbalas. Los habría matado a golpes si él no hubiera sacado -no sé de donde- una pistola. De cualquier modo ahora no está contigo. No podría defenderte. En la herrumbre de un barandal se atora tu vestido. Tu prisa lo hace rasgarse y queda a media banqueta. Tu piel traslúcida delata pavor. Tu sexo -como perra- se esconde en tus calzones negros -aquellos que me volvían loco-. No hay salida. Arrastrándote, entre deshechos, te arrinconas en la podredumbre, con mirada de culpanostalgia. Sola en tu recuerdo. Sola con tu horror. Me excitó verte así. Olvidé que soy un fantasma.

No hay comentarios:

Publicar un comentario