Carlos Oriel Wynter Melo
(Escritor panameño)
Para el mexicano común, resulta una hazaña el despertarse día a día, con el nuevo temor de salir a la calle, al peligro de ser robado, lastimado o encontrarse en medio de una balacera entre grupos del crimen; o de ser abusado por alguna autoridad que ve afectado su poder. Y piensa: “¿Cómo hemos llegado hasta acá?” “El sistema es corrupto, demagógico, criminal”, “¿Quién está en el poder?” “Las calles, carreteras, instituciones, están en manos de algunos grupos” “¿Cómo hemos llegado hasta acá?”
La constante del pueblo es el NO poder. Vivir en un laberinto donde las paredes son: corrupción, prebendas, intercambios de poder, crimen organizado, estructura política sin bases sólidas… donde parece que no hay salida. “¿No que la democracia era el poder del pueblo? Este pueblo ya no puede con la situación adversa”. ¿O es que alguna vez hubo democracia en nuestro país?
Democracia, sí, es el poder del pueblo. Pero cuando este poder se distribuye sólo entre algunos grupos de este pueblo, la democracia degenera en algo más cercano a la tiranía, monarquía y aristocracia: la Oclocracia.
Platón y Aristóteles infirieron que tres riesgos amenazan una buena democracia: la plutocracia, la partidocracia y la oclocracia. En México tenemos los tres peligros en perfecta evolución.
Cuando la democracia se convierte un sistema totalmente fallido... llega la oclocracia, o sea, ingobernabilidad como resultado de la aplicación de políticas demagógicas y/o clientelismo político. La oclocracia se crea con las emociones irracionales de la muchedumbre, es el fruto del control de las masas descontentas y en muchos casos ignorantes, de la situación real o de su solución. La también mal llamada cloacacracia, es la degeneración de una de las formas puras de gobierno. Y su resultado final puede ser catastrófico.
Etimológicamente, la democracia es el gobierno del pueblo que con la voluntad general legitima al poder estatal, y la oclocracia es el gobierno de la muchedumbre, es decir, una voluntad viciada, confusa, juiciosa o irracional, que carece de capacidad de autogobierno y por ende no conserva los requisitos necesarios para ser considerada como «pueblo».
Aristóteles distinguió hace ya muchos siglos entre la democracia, que es el gobierno del pueblo, y la oclocracia, que es el gobierno de la plebe o, si se prefiere, de la muchedumbre. En la primera, elegimos a los que creemos mejores para que nos dirijan. La oclocracia se presenta como el peor de todos los sistemas políticos, el último estado de la degeneración del poder.
Polibio, historiador griego, llamó oclocracia a "la tiranía de las mayorías incultas, al uso indebido de la fuerza para obligar a los gobernantes a adoptar políticas, decisiones o regulaciones desafortunadas'".
Polibio describe un ciclo social de seis fases que hace volcar la monarquía en la tiranía, a la que continúa la aristocracia que se degrada en oligarquía, luego la democracia piensa remediar la oligarquía, pero zozobra en la sexta fase, configurándose como oclocracia, donde no queda más que a esperar al hombre providencial que los reconduzca a la monarquía.
Según el filósofo escocés James Mackintosh (1765-1832) la oclocracia es la autoridad de un populacho corrompido y tumultuoso, como el despotismo del tropel, nunca el gobierno de un pueblo.
Pero, ¿Cómo se pasa de la democracia a la oclocracia? Según Rousseau, la democracia degenera en oclocracia cuando la voluntad general cede ante las voluntades particulares, por artimañas de asociaciones parciales.
Por lo regular, dicha situación está promovida por la influencia de intereses de pequeños grupos. El interés de los oclócratas es ejercer el poder y mantenerlo de forma corrupta, buscando una ilusoria legitimidad en el sector más ignorante de la sociedad, hacia el cual vuelcan todos sus esfuerzos propagandísticos y manipuladores.
El desarrollo de esta política burla los reales intereses del país, dirigiéndose al mantenimiento de un poder personal o de grupo, mediante la promoción de discriminaciones, fanatismos y sentimientos nacionalistas exacerbados; el fomento de los miedos e inquietudes irracionales; la creación de deseos injustificados o inalcanzables; etc. La apropiación de los medios de comunicación y de los medios de educación por parte de dichos sectores de poder son puntos clave para quien busca esta estructura de gobierno, a fin de utilizar la desinformación.
Sin embargo, tal y como asegura Rousseau, a este sistema le falta la piedra angular, es decir, la voluntad general de ciudadanos conscientes de su situación y de sus necesidades, una voluntad formada y preparada para la toma de decisiones y para ejercer su poder de legitimación en forma plena. En la oclocracia la legitimidad que otorga el pueblo está corrupta, pasando el poder del campo político al campo de la demagogia.
¿Cómo preservar la democracia, enfrentando a la oclocracia? Un fortalecimiento del poder político del gobierno, así como sus responsabilidades primigenias, pone un cierto límite a la oclocracia. Podría considerarse un principio fundamental de la democracia tener un poder capaz de resistir a la muchedumbre; pero la cuestión es saber en cuales límites esto es posible sin pasar a una forma de tiranía mediante el desprecio del gobierno con respecto al pueblo.
¿Solución? Educación.
Los oclócratas se aprovechan de la ignorancia de la muchedumbre cegada ante sus necesidades. El saber los derechos, el educarse para ser más competitivo, honesto, satisfecho con la situación lograda, mata los insaciables deseos de poder de los falsos líderes.
En México debemos eliminar todos los círculos viciosos que rodean a la corrupción, tiranías de grupos de poder, barreras que imponen las excedidas burocracias, todos los vicios ocultos que permiten las actividades de mafias, etc. cambiándolos de manera paulatina por círculos virtuosos que promuevan la educación y el bienestar. Para lo cual debemos reencontrar las virtudes, aplicar la escuela aristotélica que sirvió como ejemplo para el mundo occidental, pero se ha perdido. Recurrir a los hombres y mujeres de excelencia, con intelecto y voluntad capaces de unirse al cambio, que acabe con todos los círculos desastrosos que se inducen de forma parasitaria en el poder.
Según la ética de Aristóteles, toda actividad humana tiende hacia algún fin/bien. Cada vez que el hombre actúa lo hace en busca de un determinado bien. El bien supremo es la felicidad, y la felicidad es la sabiduría. Para este sabio, el Fin Imperfecto es aquel que se quiere por otra cosa y no por sí mismo; mientras que el Fin Perfecto es aquél fin que se quiere por sí mismo y no por otra cosa.
Al hablar de virtudes, a través ellas el hombre domina su parte irracional.
Las virtudes éticas son adquiridas a través de la costumbre o el hábito y consisten, fundamentalmente, en el dominio de la parte sensitiva del alma para regular las relaciones entre los hombres. Las virtudes éticas más importantes son: la fortaleza, la templanza y la justicia. Las virtudes dianoéticas, por su parte, se corresponden con la parte racional del hombre, siendo, por ello, propias del pensamiento. Su origen no es innato, deben ser aprendidas a través de la educación o la enseñanza. Las principales virtudes dianoéticas son la sabiduría y la prudencia.
La templanza es el término medio entre el libertinaje y la insensibilidad. Consiste en la virtud de la moderación frente a los placeres y las penalidades.
La fortaleza es el término medio entre el miedo y la audacia.
La generosidad es un término medio en relación con el uso y posesión de los bienes. La prodigalidad es su exceso y la avaricia su defecto.
Prudencia: el hombre prudente es aquel que puede reconocer el punto medio en cada situación.
Otro concepto importante a tomar en cuenta de la escuela aristotélica es la justicia. La justicia consiste en dar a cada uno lo que es debido. Según Aristóteles, hay dos clases de justicia:
La justicia distributiva, que consiste en distribuir las ventajas y desventajas que corresponden a cada miembro de una sociedad, según su mérito, y La justicia conmutativa, que restaura la igualdad perdida, dañada o violada, a través de una retribución o reparación regulada por un contrato.
En política es posible encontrar muchas formas de asociación humana. Decidir cuál es la más idónea dependerá de las circunstancias, como los recursos naturales, la industria, las tradiciones culturales, el grado de alfabetización de cada comunidad y las cualidades propias de cada elemento de un grupo. Para Aristóteles, la política no era un estudio de los estados ideales en forma abstracta, sino más bien un examen del modo en que los ideales, las leyes, las costumbres y las propiedades se interrelacionan en los casos reales.
En la actualidad es necesario un nuevo orden social que se anteponga a un nuevo orden político… el segundo subordinado al primero y no al revés. O sea, no dejar la política a los políticos, haciéndoles ver sus responsabilidades e impidiendo los malos usos del poder. La responsabilidad de una democracia verdadera es de todos. El poder del pueblo, también es la responsabilidad del pueblo.
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