Retroexpectativa
Joseangel Rendón Delatorre
3
Un hombre sin ganas de vivir. Te sientas en la sala
de espera de un consultorio. No sabes como has llegado ahí. El único rastro de
sensibilidad es un mareo que te hace ver todas las cosas de un gris etéreo.
− Quizá el
doctor sepa de qué se trata.
Dos niños juegan, rompen con la tensa expectativa de los sufrientes. En
su recontrapersecución gritan aumentando los padecimientos del cuarto. La niña
de cinco años, con mejillas rosadas y una sonrisa que destapaba regocijos,
trata de alcanzar a un escapadizo bólido de sólo un año y meses. En su
tambaleante carrera, el pequeño llega hacia ti avivándote a jugar mientras te
dice: ¡papá!
Te sorprende ver un extraordinario parecido con tus hijos, quienes ahora
son unos jóvenes. Tan fríos como lejanos de ti. Ellos pueden ser, eran así,
hace mucho tiempo.
− No molesten al señor.
Expresa una dulce pero imperativa voz desde un lugar en la sala de
espera muy cercano a ti. Es ella. Llena de juventud. De aquella vida y brillo
que ya habías olvidado. ¿Es ella? Sus ojos, de un oscuro infranqueable, te
remiten al cañón de un revolver cercano a tu sien. ¿Flashback? No. Es la
jaqueca. Es una punzada que cruza tu cabeza.
− No se preocupe señora, se parecen tanto a mis hijos. Por cierto...
usted también es parecida a mi esp… a mi ex esposa.
− Es raro. Usted tiene la misma mirada que mi marido, pero con más edad.
Una asistente interrumpe y la invita a pasar al consultorio. Mujer y
niños desaparecen de tu vista, pero se incrustan en tu aflicción. Sin saber por
qué, tu dolor se vuelve lágrima que se atrapa en tu garganta, en una
entrecortada voz que no logra decirte nada.
− Disculpe -dice la asistente- ¿tiene usted cita? ¿Trajo a algún niño
con el pediatra?
No es posible. No sabes por qué estás ahí. Pero debes buscar al esposo
de esa mujer donde crees que sabes está.
2
El
cristal ahumado sobresale imponente. En toda la zona comercial no hay edificio
más moderno ni más alto. En la infinita recepción un vigilante resguarda el
único acceso. Al notarte cuestiona:
− ¿A quién busca?
− A Jaime Reséndiz
− Ah, el Director, ¿tiene cita?
− No, pero necesito darle un mensaje
− Por qué no me lo escribe y yo se lo hago llegar.
“El trabajo te hará viejo, enfadoso y ausente. De seguir así perderás lo
que de veras vale la pena. Acabo de descubrir una sonrisa chapeteada que vale
millones y una manita regordeta que transmite amor. Si te dieras tiempo... todo
es cuestión de tiempo... al final o al principio es tan sólo tiempo”.
− Es la sexta vez que lo veo rondando el edificio. Ya pregunté al señor
Reséndiz sobre usted y me dijo que no lo conoce, si se vuelve a acercar la
pasará muy mal.
Ella. En el collado de un parque observa a sus hijos corretear. Tu
neuralgia y recuerdo interrumpen su desconcentrada lectura.
− Son hermosos sus hijos
− Es usted el hombre del consultorio, ¿cómo sigue su niño?
− No tengo, bueno... no llevaba ningún niño a consulta, de hecho ese día
no sé cómo fui a parar ahí
− ¿Andaba tomado?
− Estaba extraviado, hay muchas cosas que suceden y no me explico
− ¿Cómo qué?
− Qué hace una mujer tan guapa sin... alguien que la acompañe…
Ella dice en tono defensivo que su marido es un hombre muy ocupado. ¿A
quién te recuerda? Fábrica proceso de producción adquisiciones ventas
rendimiento supervisión cobros depósitos despidos movimientos bursátiles horas
extras en la gran oficina del gran edificio. Se procesa y repite. Se refrenda y
abstrae. Se cicla. Recicla. Máquina de movimiento perfecto. Perpetuo.
Tú la vuelves a ver entre espacios que evaden tu memoria: en un café,
lugares de recreo, eventos escolares. En esporádicas y casuales ocasiones. Le
recomiendas exija a su marido más tiempo, tiempo de calidad tiempo de atención
tiempo. El par de ángeles está creciendo y la vida no da vuelta... Entre tiempo
y tiempo tu dolor en la sien te va haciendo comprender cosas que nunca habías
visto.
1
Tú.
Él.
La neuralgia permanece como una contrición de años. A tu inexplicable
presencia recurren memorias de un hombre que se parece cada vez más a él.
Tratando de llegar a una inexpugnable fortaleza, tratando de acercarse a su
mujer. En los remotos momentos que el tiempo se lo permite, se incrustan en su
comprendimiento sospechas en las que el trabajo no le había dejado reparar. Un
intruso quiere robar lo que ha logrado en toda la vida. Una misteriosa imagen
trata de invadir su espacio, su reino.
Distancia
más sospecha igual a desastre.
Otra visión-pesadilla le traslada a pleitos. Situaciones que tienes que
evitar. Que sabes tendrán un final infausto. Entiende. La sombra de un extraño
personaje entra y sale por su desconfianza. ¿Quién es él? Quién es ese hombre
que trata de entremeterse en una tranquilidad de familia, en una armonía de
vida. En un orden cronológico
Ansiedad exilio soledad hastío. Un sinsentido a todo lo que ha pasado.
Perder el todo por el todo. De la sospecha a las palabras a los insultos a los
rechazos a la disociación al círculo belicoso a la incomprensión a tantos
estira y tan pocos afloja. Tensión más odio menos cosas no aclaradas igual a
cierta incertidumbre que no le deja respirar, que no le deja dormir, rearmar
los cabos sueltos. Un hombre estaba, estuvo. Una sombra que vino no sé de donde
y quería decir no sé qué. Era una duda irrazonable que impedía dar marcha atrás
ni avanzar hacia adelante. Desencontrarse con lo perdido. Perder cualquier
encuentro, cualquier solución.
− ¿Quién causó todo esto?
Tú comprendes todo y él no entiende nada. La separación lo hizo
olvidarse de tanto trabajo. Ahora sólo quiere recuperar su tiempo, su vida.
Ahora que ya no se puede.
Una carta es todo lo que queda de su familia. Por buscar riqueza ha
perdido su verdadera fortuna. Ha perdido todo.
Un revolver en la boca. En el pasado. En el error en la confusión. En la
sien. Un vacío. Un estruendo. Ella y un par de jóvenes estupefactos se retiran
de tu vista mientras tratan de retenerte. Se nublan. Se pierden.
− Dios... son ellos, no quiero irme aún, no quiero perderlos...
Tú desapareces como llegaste. Él... ¿quién es ahora él?
Un hombre en un consultorio con una punzada en la sien y un agujero en
el alma, no sabe cómo ha llegado ahí, así, sin ganas de vivir, pero con la
solución en sus manos.
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